Las de la última fila

Es sábado por la noche, acabo de terminar de ver la serie Las de la última fila y me he sentado a escribir en el blog. Lo hago porque quiero que las emociones que me ha desatado esta serie española, estrenada el 23 de septiembre en Netflix, no pase por el filtro de Morfeo. Hay emoción, mucha. Sin caer en ñoñerías. O a veces pudiera parecer que sí, pero no. 

Como «Las de la última fila» es un estreno reciente, intentaré no hacer mucho spoiler y solo contar qué me ha parecido. Y lo que me ha parecido lo resumo en una frase:  HAY QUE VERLA. No solo porque te va a hacer recordar a tu grupo de amigas, no solo porque acerca el maldito bicho a nuestras vidas de forma diferente, no solo porque es muy probable que esta serie te haga replantear tu vida y hasta tus convicciones, si no porque merece la pena. Muy duros hay que ser en esta vida para no sentir nada con esta serie. Una serie emocional pero vital al mismo tiempo.

Vamos allá: un grupo de 5 amigas más allá de la treintena se reúne para hacer una escapada; es algo hacen todos los años, pero en esta ocasión se van hasta Conil (Cádiz) las 5 con la cabeza rapada y con la promesa de no hablar del cáncer que padece una de ellas.

Y no, no sabemos quién de ellas está enferma hasta la mitad del último capítulo. Curiosamente  las actrices (Itsaso Arana, Mónica Miranda, María Rodríguez Soto, Mariona Terés y Godeliv Van den Brandt) tampoco lo supieron hasta casi el último momento. El director (Daniel Sánchez Arévalo) tampoco lo tuvo claro cuando comenzó a escribir el guión. Y eso se nota. Eso te hace permanecer atenta a la pantalla y desear el próximo capítulo, aunque no solo para descubrir quién de ellas tiene cáncer. Creo que al final es lo que menos importa, porque por desgracia, le puede pasar a cualquiera. 

Lo que sí es importante es el autodescubrimiento de cada una de estas mujeres, ver cómo traspasan límites y salen de su zona de confort y cómo afrontan la situación. 

Las de la última fila me ha gustado mucho. Me ha gustado cómo se juega con historias paralelas, con posibles variantes; me han gustado ellas, ese grupo de 5 amigas que desde colegiales se han mantenido más o menos unidas, pese a ser tan diferentes entre ellas. Me ha gustado la diversidad de cuerpos, de estilos,  de creencias, de modo de vida que llevaba cada una antes de ese viaje que les cambiará para siempre. Si no en lo práctico, sí que las va a cambiar por dentro. Y quizás a mí (o a ti que están leyendo este post), también remueva algo por dentro. 

Alguna lagrimita se escapa en cada capítulo, pero también se ríe, se piensa, se reflexiona ante los retos que ellas mismas se autoimponen  cumplir en ese viaje pre quimio.

Y se escucha a La Buena Vida (esa legendaria «Qué nos va a pasar»), a Fangoria o a Rigoberta Maldini (que hace un cameo en uno de los episodios). También se viaja: a las playas de Cádiz, a Conil, a Vejer. 

En definitiva Las de la última fila mantiene el equilibrio entre el drama y la comedia: es una oda a la amistad, a no dejar para después lo que puedas vivir hoy porque nunca se sabe qué nos espera a la vuelta de la esquina, a interiorizar en nosotras mismas, además de hacernos ver «la maldita enfermedad» desde una perspectiva diferente. 

PD: la serie cuenta con la gran Carmen Machi (cómo me gusta esta mujer) en un papel secundario de peso. Con ella se ahonda en un tipo de relación que a muchas mujeres afecta a lo largo de su vida. Pero eso dejo que lo descubras cuando la veas.

(Derechos de imagen: Netflix y revista Elle.)

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