Marketing olfativo

Desde hace unos días en GranadaDeModa contamos con un miembro más, Ambiseint Granada, expertos en marketing olfativo. Cuando les conocimos pudimos conocer la diversidad de aromas que esta empresa ofrece, pero hemos querido ahondar más en esta rama del marketing sensorial (el marketing que utiliza los sentidos como arma para “seducir” al cliente), conocer sus bases y sus aplicaciones en el mundo de la moda y la belleza.

 

Marketing olfativo, ¿de dónde surge?

En nuestra labor de investigación, hemos acudido a diversas fuentes para poder contaros con todo detalle de dónde surge y desde cuándo se habla de marketing olfativo.  Enseguida nos encontramos con referencias hacia el “fenómeno de Proust” , un fenómeno recogido de forma breve en bitácoras médicas y que “se refiere a la capacidad de ciertos individuos en los que la percepción olfativa puede despertar reconociblemente un amplio abanico de intensos recuerdos y vivencias, una especie de estallido deslumbrante de la memoria olfativa.”

Este síndrome o fenómeno se ha llamado así en honor al famoso escritor francés Marcel Proust, que, en su novela “En busca del tiempo perdido” percibe ese estallido de recuerdos al mojar una magdalena en una taza de té. (Más abajo os dejamos el extracto de ese momento en la novela para que lo podáis vivir a través de las palabras, si no habéis leído aún este libro).

 

 

Además de esta referencia, numerosos estudios demuestran (tal y como afirma el psicólogo clínico Sergio García Soriano en esta entrevista) que, de nuestros sentidos, el olfato es el que más permanece en nuestra memoria: frente al sentido de la vista (un 3%) o al del tacto (5%), el olfato sube estos porcentajes al 35%. Esto ocurre porque tanto la vista como el tacto van primero al cortex, mientras que el olfato pasa directamente al ámbito de las emociones. Por lo tanto parece que invertir en dotar a los establecimientos físicos de un aroma agradable y evocador es una apuesta segura para permanecer en el recuerdo de los usuarios o clientes.

 

Marketing olfativo: beneficios 

Si asociamos un olor a un recuerdo, podemos asociar una fragancia a un determinado establecimiento o producto, de ahí la importancia de utilizar el marketing olfativo para atraer a los clientes y, lo más importante, fidelizarlos.

El marketing olfativo funciona a nivel incosciente, así que aunque no sepamos ponerle nombre a un determinado olor (no existe una catalogatización exacta como ocurre con los colores), sí que nos va a estimular recuerdos y emociones, tanto de forma agradable como viceversa. Por lo tanto de lo que se trata es de encontrar un aroma, una fragancia que llegue al máximo número de personas y que sirva como mensaje identificador (a modo de logotipo) de lo que estamos vendiendo, bien sea limpieza (por ejemplo en el caso de centros de estética), bien asociando al lujo a una época del año, etc.

Al igual que los colores usados en un logotipo transmiten un mensaje, con el marketing olfativo y el odotipo (reseña de un olor concreto) creado ocurre igual, las fragancias llegan a crear cierto apego emocional con la marca o producto, creando sensaciones de bienestar que hacen que el cliente “se deje llevar” por esas sensaciones y que se sienta atraido hacia la compra.

 

Marketing olfativo: ¿en qué parte de la jerarquía del marketing sensiorial se encuentra?

Como hemos visto anteriormente, el olfato es el sentido que más permanece en la memoria de un cliente, seguido por este orden por la vista, el oído y el tacto. De hecho, a veces pensamos que nos hemos dejado llevar por la vista al adquirir un producto en un establecimiento físico sin darnos cuenta de que ha sido el olfato el primer sentido que hemos utilizado.

De forma más “inquietante” y exagerada, podemos hacernos una idea de la importancia de los aromas y fragancias y qué efectos pueden tener en las personas con el libro y película “El perfume” de Patrick Süskind…

 

Marketing olfativo: ¿cómo escoger el odotipo adecuado?

Lo mejor es acudir a especialistas como Ambiseint Granada, que, como expertos en marketing olfativo, sabrán indicar qué fragancia es la más adecuada para vuestro establecimiento. Eso sí, es conveniente tener claras algunas cuestiones:

  • Haz una lista de los valores y características de tu empresa y el concepto que quieres transmitir sobre ella a tus clientes. Para ello hazte las siguientes preguntas: ¿cuál es mi target, el público objetivo al que me dirijo? ¿Masculino o femenino? ¿Qué tipo de comercio tengo? ¿Es moderno, vintage, sofisticado?
  • De entre las esencias que junto a Ambiseint Granada veáis más adecuadas quédate en principio con 4 ó 5 y puntúa en qué grado se aproximan más a la idea que quieres transmitir sobre tu negocio a los clientes.
  • Haz lo mismo con personas cercanas que conozcan tu negocio y te ayuden a identificar una fragancia con tu comercio.

 

Esperamos que este artículo os haya resultado interesante; si es así, no dudéis en dejarnos un comentario más abajo y a seguirnos en nuestras redes sociales 🙂 . A continuación os dejamos con el extracto de “En busca del tiempo perdido” y os deseamos felices ventas, ¡hasta el próximo post!

“La magdalena de Proust”

“Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro triste día tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba.

Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme esa alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma naturaleza.

¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. (…)Vuelvo con el pensamiento al instante en que tomé la primera cucharada de té, y me encuentro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más que me traiga otra vez esa sensación fugitiva.

(…) Y luego, por segunda vez, hago el vacío frente a ella, vuelvo a ponerla cara a cara con el sabor aún reciente del primer trago de té y siento estremecerse en mí algo que se agita, que quiere elevarse, algo que acaba de perder ancla a una gran profundidad, no sé el qué, pero va ascendiendo lentamente; percibo la resistencia y oigo el rumor de las distancias que va atravesando. (…)Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray.

(…) Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan comienzan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y el Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té”

 

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